viernes, 28 de noviembre de 2014

Siem Reap (Angkor y los bucles temporales)


                                                                             
Domingo 23 – miércoles 26 de noviembre de 2014

El sábado 22 habíamos reservado un ticket en un minibus VIP para ir al día siguiente desde Phnom Penh a Siem Reap. Nos recomendaron este tipo de vehículo porque al estar reparando las carreteras hasta nuestro destino (¡pobres casas y negocios y gentes del camino, todos cubiertos por el polvo rojo de la tierra de las futuras carreteras!) evitaríamos botar tanto durante el trayecto yendo en un vehículo más pequeño que un autocar standard. Nos recogerían a las 07h30 y el minibus saldría a las 08h.
A las 07h bajamos a desayunar y empezó a llover tropicalmente. Como confiábamos en que los camboyanos serían tan puntuales como los vietnamitas y a las 07h35 no nos había venido a recoger nadie, pedimos a la recepción del hotel del que acabábamos de hacer el check out que por favor llamase a la compañía de minibuses y averiguase si todo estaba bajo control. No lo estaba. Nos dijeron que no podían venir a recogernos y que tomásemos un tuk-tuk (moto con carro, habitualmente para un máximo de 4 pasajeros occidentales pero que puede llenarse de incontables pasajeros locales, que es tan común en Camboya y otros países de Asia para trayectos no demasiado largos) hasta sus oficinas. Ellos pagarían al conductor. Con el diluvio que caía, el tuk-tuk que estaba resguardado, en la acera de enfrente del hotel tardó casi 10 minutos en preparase para conducir bajo la lluvia. No me asusta que los tuk-tuks vayan como locos o en dirección contraria a la del tráfico, pero odio que vayan lentos porque quiere decir que el conductor duda de estar yendo por el camino correcto. Llegamos a la oficina de minibuses a las 07h59… y no perdimos el transporte contratado, ya que había sufrido una avería y no salió hasta al cabo de una hora.

El trayecto fue interesante etnográficamente hablando: campesinos trabajando con ayuda de búfalos los campos de arroz, separadores de la paja y el cereal del arroz, secaderos y empaquetadores de este cereal, portales que quizás ofrecían entrada (y salida) a aldeas jemeres, algún que otro palacio (o templo)... La mayoría de las casas estaban construidas sobre postes para defenderse de las lluvias torrenciales en la estación húmeda. Ahora estamos en la estación seca, así que utilizan el espacio bajo las casas como trastero, cobijo del sol para dormir sus siestas de hamaca…
Parece que en Camboya jugar al volleyball es más popular que hacerlo al fútbol. Sin embargo hemos visto aquí más camisetas del Barça que en Vietnam (donde no hemos visto de momento jugar ni al volleyball ni al fútbol). Del Madrid aún no hemos visto ninguna camiseta en ninguno de los países. Curioso que en África se vean decenas de ambos equipos a diario.

Llegamos a nuestro hotel tras unas seis horas de minibús y unos cinco minutos de tuk-tuk. Sabíamos que nuestro hotel no estaba en el centro de Siem Reap, así que aceptamos pagar al conductor del tuk-tuk algo más de lo que habíamos leído que era normal porque éste nos dijo que el hotel estaba muy lejos. Aquí el muy lejos hay que analizarlo siempre. Que un hotel esté a cinco minutos del centro no merece un 50 o 100% más de la habitual tarifa de transporte. Que Angkor Wat esté muy lejos del hotel y se recomiende a los turistas no ir en bici a pesar de que la guía Lonely Planet indique que es perfectamente posible y que es el medio que escogen muchos turistas para recorrer la zona de templos más grande del mundo, no es realmente estar lejos. Que los tuk-tukeros intenten llevarte a una aldea flotante que está más cerca que otra que está muy lejos y que resulte que la opción tan lejana esté a sólo 10 kilómetros de la más cercana, no es estar muy lejos cuando el total de kilómetros acaban siendo 35. De acuerdo, no es lejos para nosotros los occidentales que solemos recorrer distancias mayores para ir cada día a trabajar; sí lo puede ser para un tuk-tuk que está a punto de caerse a pedazos (me gustaría saber que piensa Coco de Barrio Sésamo sobre el tema). Al marinero le sorprende sin embargo no haber visto aún ninguno estropeado cuando recuerda que en sus años mozos él y sus amigos debían reparar sus motos cada dos por tres.

La tarde del domingo la pasamos relajándonos en el agradable jardín con piscina del hotel. Incluso cenamos allí. El restaurante del hotel tenía buenas críticas sobre la comida local que ofrecían. Podemos corroborarlas, pero lo que no me gustó es que al pedir un plato con tofu precisamente para comprobar cómo cocinaban ese alimento en estas latitudes, me trajeran una combinación de todos los ingredientes que aparecían en la descripción de la carta… con la excepción del tofu. ¿Y el tofu? Lo siento, no tenemos tofu. Esta vez me quedé sin tofu, pero debo reconocer que el resto de ingredientes en salsa agridulce resultaron deleitables.

El día siguiente nos lo tomamos también como un día de relax y simplemente vagamos tanto de día como de noche por la ciudad de Siem Reap, que tiene un agradable paseo (estos días con exposición fotográfica) a las orillas (con hierba) de su río y un centro bullicioso y llenísimo de turistas y de bares y restaurantes para turistas. Es tan exagerada la oferta que una de sus calles se llama (no la llaman, se llama) Pub Street. Vaya, también vimos jovencitas con extranjeros mayores…
El mercado, como siempre, fue interesante para ojos occidentales.
En este pueblo nos hemos encontrado con una manera más efectiva de pedir limosna: una madre te pide leche en polvo para poder dar de comer a su hijito, al que lleva en brazos. Te acompaña a una tienda… y prueba a pedirte que le compres el bote más grande y caro, en nuestro caso uno que costaba 25$. ¡Toma ya super-limosna! Uno no puede hacer otra cosa que colaborar, ¿quién puede negarle comida a un bebé?, así que acaba por comprarle uno de los pequeños.

Sería divertido probar uno de esos restaurantes con mesas colgadas del techo y columpios como bancos en los que sentarse a lo indio (americano) para comer.
Hay bastantes pizzerías donde puedes pedir tu pizza favorita, pero happy, feliz... es decir, condimentada con marihuana. No la probamos. Nos asustaron tres jóvenes con los que coincidimos en el Mekong Homestay al decirnos que colocaba muy mucho muchísimo.
Lo que nos llevó a otro tipo de éxtasis fue el masaje a cuatro manos que nos regalamos. Lo disfrutamos los dos a la vez. El precio nos pareció barato comparado con los europeos, pero nada que ver con los de los masajes de 30 minutos por 2$ (aproximadamente 1,60€) que vimos ofertados en la zona de los mercados nocturnos del pueblo. ¡Incomparable! ¿Inmejorable?
En teoría el nuestro nos lo iban a dar unas chicas ciegas, blind massage with seeing hands, que nos habían dicho que es muy común en Camboya y que vimos anunciado en muchos lugares en Phnom Penh, pero, o hubo algún malentendido por nuestra parte o los del hotel se centraron en lo del masaje a cuatro manos y obviaron los detalles, porque las cuatro chicas que nos atendieron parecían ver perfectamente. Una era un poco bizca, pero no creo que eso cuente…

El martes 25 fue el esperadísimo día en que vimos los tres templos más conocidos de Angkor, la Octava Maravilla del Mundo. Me sorprendió que, cuando llegamos nosotros, no hubiera nadie en la cola para comprar la entrada de un día, y que sin embargo hubiera largas hileras de gente ante las taquillas que vendían los tickets para tres días y una semana. Quizás la mayoría pertenecía a grupos de viajes organizados, estos suelen incluir una visita de tres días.
Los templos que vimos: Angkor Wat (el templo más grande del mundo. Evitamos el Circo del Sol en el que se supone que se ha convertido verlo al amanecer), Bayon (el de las caras) y Ta Prohm (el de Tomb Rider). Los tres del siglo XII. Increíble que aún se conserven tan bien. Esperaba no poder cerrar la boca de asombro al ver el primero, pero como lo vimos a contraluz, ya nos habían advertido algunos artículos que no nos parecería tan espléndido. Lo malo es que uno no acaba de ponerse en situación en el momento de ver estas maravillas y no se da cuenta realmente de lo que significa caminar entre estos edificios de hace 9 siglos. Me pasó en Egipto. Disfruté viendo todos los templos y construcciones que visitamos, pero hasta que no llegamos a las pirámides y el guía nos dijo que lo que estaban viendo nuestros ojos también lo habían visto los ojos de Alejandro Magno, Julio Cesar y Napoleón, no sentí un escalofrío paralizante de consciencia y fascinación por el bucle temporal que acababa de ocurrir en mi cerebro. Con los templos de Angkor eché de menos ese click.
El templo de la caras, Bayon, nos gustó mucho, pero estaba llenísimo de turistas y que los lugares de paso fueran tan estrechos a veces no ayudó a disfrutar de la experiencia. Me imaginé que estar allí solo entre tantos rostros de sonrisa pétrea debía ser una experiencia trascendental.
Ta Prohm fascina aunque no se produzcan clicks trascendentales. Que la jungla haya vencido a las construcciones divinas da que pensar. La naturaleza siempre ríe la última.

Apuntes extras:
Muy agradable el olor a incienso, que vendían para hacer ofrendas, en alguno de los rincones de Angkor Wat.
Normalmente uno oye muchísimo castellano y catalán en sus viajes, pero en este, la única vez que hemos oído la primera de las lenguas ha sido en Angkor.
¡Qué calor que hizo! Tantas divinidades en la zona y ninguna quiso que lloviera un poquito para que refrescara el ambiente, a pesar del 40% de posibilidad de lluvia que mi App del tiempo indicaba.
¡Qué bueno que los tuk-tuks lleven hamacas que poder colgar en diagonal bajo el techo del carrito para que sus conductores pueden relajarse mientras esperan a que los turistas hagan las visitas acordadas.

Miércoles 26: Visita al enorme lago Tonle Sap, el más grande del sudeste asiático, y a la sugestiva aldea flotante de Kompong Phluk (sí, la que estaba tan lejos de Siem Reap). Según nos explica el conductor del tuk-tuk, que viene a navegar con nosotros (estamos solos en un barco para 10-12 personas), hace tiempo  se trataba realmente de casas flotantes que se trasladaban de lugar según la estación y/o según les conviniera. Ahora la mayoría están construidas sobre postes para poder quedarse en el mismo lugar indefinidamente. (Nota: No suelo contrastar las explicaciones que nos dan y que escribo en este blog, sobre todo porque no encuentro muchos momentos para escribir, y menos para investigar las informaciones recibidas, en los que el marinero no eche de menos mi compañía. Creo lo que me cuentan y así lo transcribo. Se aceptan correcciones y opiniones contrarias).

En estos pueblos flotantes tienen de todo sobre postes, escuelas, estaciones de policía, centros médicos, al menos un hotel (qué interesante hubiera sido pasar una noche en él, sobre todo si hubiera coincidido con la celebración (dos días) de la boda que vimos preparar) y bastantes lugares para tomar algo (desequilibradora la experiencia de utilizar el cuarto de baño flotante). El bar-restaurante más visitado posiblemente sea uno de los que ofrece paseos por un bosque inundado. Al llegar a Siem Reap y conocer la existencia de este bosque me vine abajo porque pensé que Tra Su, el lugar que me pareció el más mágico del mundo, también un bosque inundado, no era tan especial como había creído. ¡Qué pronto deja de ser único lo que uno creía tan singular! ¡Qué rápido pierden su excelencia las cosas! Pero, afortunada (o desafortunadamente) no fue así. El que visitamos el miércoles fue bello y agradable, pero sin las mágicas aguas verdes y parcialmente cubiertas de florecitas de Tra Su, por lo que éste volvió a ocupar el lugar número uno de mi lista de lugares de ensueño.

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