Martes 18 y miércoles 19 de noviembre de
2014
El
martes probé por fin, en el Homestay, el desayuno típico vietnamita, el phở, una sopa con ternera o cerdo,
fideos de arroz y verdura. Me temo que, si puedo escoger, prefiero un desayuno
americano o continental. Qué poco me integro en el país, ¿no?
El
marinero sólo comió un par de fideos y algo de carne, así que, cuando dejó la
mesa para ir a fumar, la abuela de la familia, que era la única que estaba en
la casa en ese momento, se sentó frente a mí para acabar su desayuno. Hubo un
par de momentos en los que nuestros ojos coincidieron de una manera muy
intensa. Sonará raro, pero me sentí mirada por uno de esos fantasmas de larga
melena de las películas japonesas, pero no como si mirara a través de mí, sino
como si tuviera la capacidad de ver muy dentro de mí.
Hacia
las 9h30 el padre y la madre de la casa nos llevaron a Can Tho. ¡Qué diferente
de Ho Chi Minh! A pesar de la contaminación y el ruido a la llegada de la
ciudad, nos pareció una ciudad mucho más relajada, con un ambiente ribereño e
incluso vacacional. El paseo a la orilla del río me recordó al de Torrevieja.
Por la
noche me encantó ver a los locales llenando ese paseo y los bares de la zona. Me
sorprendió un poco porque era un día de diario y la inmensa mayoría eran
adolescentes, tanto parejas como grupos de amigos. Disfruté también viendo que los
jóvenes llenaban las terrazas de los bares del Distrito 1 de Saigón la noche
del sábado. Deben ser los adolescentes de familias ricas, porque según nos
explicó el guía que tuvimos la mañana del miércoles en nuestro paseo en barca
por el Mekong, la educación no es gratuita (¡¿qué clase de comunismo/socialismo
es este?!) y, desde muy jovencitos, los vietnamitas cuyas familias no pueden
pagarles el instituto y la universidad, tienen que trabajar para pagársela
ellos mismos.
La
excursión que contratamos por el río fue privada, para nosotros solos, y duró
unas 6 horas, desde las 5h30 de la mañana (sí, tocó madrugar) hasta las 11h30.
Visitamos el mercado flotante de Cai Rang, el mayor del Mekong (que no me
pareció tan enorme como me había imaginado, quizás faltaban todos los turistas
que llegan más tarde procedentes de las zonas de alrededor o incluso de viajes
organizados desde Saigón), seguimos con el de Phong Dien, que dicen que es el mejor
por ser más local y sin tantas barcas a motor. Después de desayunar, piña en el
primero y mangos en el segundo, donde también paramos en un bar flotante para tomar
un café con leche condensada, como lo toman muchos vietnamitas, continuamos navegando
por uno de los canales del Dragón de los
nueve brazos. Esta fue la mejor parte del viaje, la que nos pareció más
bonita, relajante y transportadora. Estábamos casi solos y rodeados de una
vegetación frondosa y muy frutal. Aquello era paradisíaco, a pesar de que me
recordase a menudo a alguna escena de, diría, Apocalypse Now.
Nos comentó
el guía que estaba haciendo el mejor tiempo de los últimos días, no hacía mucho
calor, esto quiere decir que empezamos el día con 24ºC y luego no subió mucho
más que los 29ºC. Para él diciembre es su mes favorito porque la temperatura
ronda los 22/25ºC.
De
momento no nos ha llovido nada. Sólo cayeron un par de gotas, contadas, la
noche del lunes durante la cena. La familia del Homestay se quiso poner a
cubierto enseguida, como si el cielo fuera a descargar en pocos segundos, pero
no ocurrió nada. Pensé que los locales sabrían distinguir las falsas alarmas de
los diluvios, pero parece que no es así.
La habitación del hotel de Can
Tho es la mejor en la que hemos estado nunca. Íbamos a coger una habitación
standard, eso sí, con ventana (aquí hay que tener cuidado con lo que se reserva
porque muchas habitaciones no tienen ventana, en el fondo quizás no importe
porque lo que se utilizará para refrescar el ambiente no será ésta sino el
ventilador o el aire acondicionado que todas las habitaciones suelen tener,
pero a mí, no tenerla, me causa una sensación algo claustrofóbica), pero al
enseñarnos la habitación Vip del ático que tenía una terraza llena de plantas
preciosas con jacuzzi, como estaba de oferta por sólo 12 dólares más (unos
9,5€) que la habitación standard, no nos pudimos resistir. La primera noche en
Can Tho, después de cenar, la pasamos allí, en el jacuzzi de nuestra terraza
tropical. Esto podría ser calificado de ‘lujo asiático’, ¿verdad?
En la cena de la segunda
noche, el marinero comió serpiente… aunque sin gafas… por si acaso. Yo la
probé, pero no me pareció nada especial. El marinero comentó que una vez se acostumbraba
uno a la textura, algo dura, y a lo picante de la salsa saté que la acompañaba,
el plato era una delicatessen.
En el menú de ese restaurante
también se podía encontrar, aparte de serpiente y cocodrilo cocinados con
distintas salsa, ratas de campo.