Jueves 20 y viernes 21 de noviembre de
2014
Parece que los vietnamitas son extremadamente puntuales. El bus Saigón-Vinh
Long salió exactamente a la hora. El de Can Tho a Chau Doc, nuestro próximo destino,
una ciudad en la frontera con Camboya, salió 3 minutos antes porque ya
estábamos todos los pasajeros dentro. El minibus que nos daba gratis el
servicio de llevarnos desde el hotel a
la estación de bus de Can Tho, se fue un minuto antes de tiempo sin esperarnos,
eso ya no nos gustó tanto. Menos mal que pasó otro en seguida y pudimos tomar
el bus previsto. A la llegada a Can Tho, como habíamos leído por casualidad el
día anterior al googlear sobre ese trayecto y esa compañía, también nos
ofrecieron gratis el transfer al hotel de Chau Doc. Una pareja de extranjeros
(¿alemanes? Los turistas que nos estamos encontramos son sobre todo alemanes y
franceses) que nos propusieron compartir un taxi para ir al centro, alucinaron
con el servicio: It’s almost too easy!
Me sorprende también la cantidad de buses que hay: Saigón-Vinh Long, cada
hora; Can Tho-Chau Doc, ¡cada media hora!
En este último bus también nos dieron un botellín de agua, una toallita
refrescante, pero no tenían wifi. Había un señor que iba diciendo cual era el
plan de viaje, anunciando los 15 minutos de descanso para la comida, etc. Le
escuchaba atentísimamente, como si pudiera llegar a entender algo.
El pasajero que se sentaba justo detrás de nuestro asiento hablaba inglés y
nos iba traduciendo lo esencial. Cuando bajó en su parada nos deseó Good luck to you. ¡Majísimo!
Llegada a Chau Doc, de nuevo una ciudad ribereña. Esto del río les da a
estas ciudades un encanto especial. De momento, para mí, es la que tiene el
mercado más fascinante. ¡Tantos alimentos distintos a los nuestros! Pensamos en
decirle a un viejecito que nos ofrecía la excursión más típica que ofrecen
todos los hoteles, paseo en barca por el Mekong para visitar su mercado
flotante, una piscifactoría y un pueblo de etnia cham, que en lugar de montarnos
ese tour viniera con nosotros al mercado y nos explicara qué eran cada uno de
esos alimentos y cómo los comían. Al final hacía demasiado calor y descartamos
la idea sustituyéndola por hidratarnos tomando algo a la orilla del río y picar
unos cacahuetes y unas láminas de ajo condimentadas con sal gorda y chile.
Por cierto, aquí parece que haya más gente que hable mejor inglés; también
que haya más mendigos. ¿Tendrá algo que ver la situación fronteriza de la
ciudad?
El
viernes al mediodía nos recogieron dos motoristas con los que íbamos a pasar
las siguientes cinco horas y media. De camino al primer destino, el bosque Tra
Su, paramos en tres pagodas, una de ellas, mi favorita, la de la caverna, que,
al principio, era una simple cueva donde se retiró una mujer para llevar una
vida meditativa y que más tarde fueron ampliando. La misma mujer, según
entendimos, para la que se construyó la Lady Pagoda, que está rodeada de un
edificio que pasó de ser una escuela a contener todos los regalos que la gente
le hace a la Lady. ¡Cuántas riquezas!
El
bosque Tra Su, el santuario de los pájaros, merece un punto y aparte. Es el
lugar más mágico que hemos visto nunca, si no contamos los paisajes de
Islandia. Un bosque inundado, precioso, en el que viven varias clases de aves.
Lo fascinante es que, al estar inundado, uno puede desplazarse por él en barca.
Estoy segura de que debe haber muchas historias fantásticas, de ondinas y
duendes de agua que suceden en ese bosque.
Después
de ese paseo de cuento de hadas nos dirigimos a la cima de la montaña Sam,
pasando por pueblecitos dedicados al cultivo y procesamiento del arroz. Desde
la cumbre disfrutamos la puesta de sol sobre los campos de arroz. También fue
subyugante. Un poco extraño fue sin embargo el sonido que oímos a partir de las
17h (el sol desaparece en el horizonte a las 17h30 aproximadamente). Imaginamos
que eran animales, ranas quizás, pero no, nos aclaró nuestro motorista-guía que
eran los altavoces de las casas y negocios de los locales que escuchaban las
noticias a esa hora. ¡Ok!
El
karaoke es muy popular en estas tierras. Creía que lo utilizarían grupos de
amigos en ocasiones especiales, pero en el trayecto de descenso de la montaña
Sam, vimos el interior de lo que parecía una casa particular, no creo que fuera
un bar, en el que una mujer, de pie, cantaba muy seria ante el televisor y el, supuestamente, marido miraba también a
la pantalla sentado a su lado. No parecía un ambiente muy divertido.
Un par
de apuntes:
Es difícil acostumbrarse a que cuando uno dice una frase con un no en ella,
los vietnamitas contestan con un sí para darle a uno la razón, como diciendo
sí, tienes razón, no es así.
El gesto que usan para decir no es prácticamente el mismo que nosotros
utilizamos para decir más o menos, aunque el de ellos parece más como si
estuvieran cantando la canción de los cinco lobitos.
En Vietnam no celebran el día del cumpleaños, sino los aniversarios de la
muerte de los familiares. Los aprovechan para lograr reunir a toda la familia.
Lo malo es que el homenajeado no lo puede celebrar con ellos.