Lunes 8 – martes 9 de diciembre de 2014
Llegamos
al aeropuerto de Saigón desde la isla tropical de Phu Quoc cuatro horas antes
de que nuestro vuelo salga hacia Barcelona, vía Doha, aeropuerto, este último,
en el que intentaremos dormir algunas de las 9 horas que tenemos entre aviones
(entre las once de la noche y las ocho de la mañana aproximadamente) en las
comodísimas sillas-cama que ofrecen los qataríes (pasando algo de frío, a pesar
de nuestros polares, debido a las ventilación tan gélida que caracteriza a los
aeropuertos).
Lo
primero que hicimos al llegar al aeropuerto de Saigón fue comprobar si nuestro
vuelo aparecía en las pantallas informativas. ¡Oh Dios mío, no aparecía! Y sin
embargo, sí que se veían salidas bastante posteriores a la nuestra. Decidimos
comer algo antes de empezar a alarmarnos excesivamente, aunque muy tranquilos
puedo asegurar que no estábamos. Caímos de nuevo en la trampa occidental de
comernos una pizza que, si bien fue mucho más presentable que la del aeropuerto
de Da Nang, no era exactamente como las que comemos aquí, a pesar de la cadena internacional
a la que pertenecía el restaurante. No sé si podría asegurar al 100% que al
marinero no le sentó de nuevo mal este tipo de comida…
Justo tres
horas antes de la salida, justo cuando acabábamos de comer, cuando ya
pensábamos que nos habíamos equivocado de día, confundido de ciudad o, como
mucho, esperábamos, de terminal… (aunque parecía que sólo había una…), apareció
nuestro vuelo en pantalla. Menos mal, estaba todo en orden.
Qué mal
lo deben pasar los fumadores sin poder darse a su vicio en los vuelos largos.
Afortunadamente para ellos, los aeropuertos cuentan con lugares en los que los
adictos pueden ceder al desenfreno. Serán todo lo cool que se quiera las poses que uno puede adoptar fumando… pero
hacerlo, fumar, con o sin pose, en esas habitacioncitas que ofrecen los
aeropuertos que no pueden permitirse unas zonas al aire libre como las de, por
ejemplo, el Aeropuerto de Barcelona (Fem
país), da una imagen, con perdón, terrible, enferma, del fumador. Le hace
aparecer como lo que realmente es, un drogadicto al que su propio vicio le
causa, a menudo en esas condiciones, repugnancia, pero ante el que no tiene más
remedio que rendirse. El marinero tuvo también que claudicar ante el tabaco y
recluirse unos minutos en varias ocasiones en alguno de esos habitáculos.
Iba a
escribir en el post de Phu Quoc que el
tipo de anécdotas tipo pinchazo-de-moto-en-isla-tropical no suelen fastidiar
mucho en la ‘vida de aventuras’ (aunque nos puedan llegar a desesperar en la
‘vida real’), precisamente porque las consideramos una aventura más; y aunque
esperaba no tener que explicar ningún suceso sobre mascarillas de oxígeno descolgándose
del techo de alguno de los aviones que hemos tomado… o alguna otra historia
peor, me toca contar que tuvimos que aterrizar en Barcelona con la ventolera
más intensa que había habido en los últimos seis años (posteriormente se supo
que habían muerto dos personas en Terrassa) y ¡madre mía! lo que llegó a botar
y a agitarse el avión, el pedazo de avión en el que íbamos, justo cuando ya
veíamos Barcelona a la orillita del Mediterráneo. En realidad fue divertido… me
reí mucho… aunque me sudaban las manos… Lo extraño fue que no percibimos esa
sensación de caída al vacío en el estómago que se tiene a veces incluso yendo
en coche, sino seguro que sí nos hubiera entrado pánico. No hubo ni un grito en
el avión a pesar del intenso traqueteo, al contrario, hubo risas, por ejemplo las
de las chicas sentadas detrás de nosotros y que como yo, que también reía,
acabaron vomitando… yo, tres veces… (Advertencia: las siguientes palabras pueden
herir su sensibilidad)… tuve que utilizar dos bolsas… (Advertencia: las
siguientes palabras pueden herir aún más su sensibilidad)… y en la última
arcada expulsé una rarísima espuma blanca que no recuerdo haber devuelto nunca
antes en mis ‘regurgitaciones’. Sorry!
Cambiemos
de tema y hablemos de comida (aunque quizás no es la mejor opción…): Pensé que
al volver estaría loca por comer un bocadillo de fuet o de jamón serrano… pero
no fue así, lo que realmente me apetecía era comprobar qué platos ofrecen los
restaurantes vietnamitas de Barcelona. ¡Ojalá sea tan buena como la comida real del país! (Aún, a 14 de enero de
2015, no lo hemos podido comprobar).
Impresiones de Barcelona a la llegada:
·
¡Qué
tranquila (eran las 15h de un martes), qué pocas motos, qué aceras más amplias
(y limpias, aunque no llamaba la atención que las vietnamitas estuvieran sucias
pero sí ultraocupadas)!
·
¡Qué
olor a frito! (No me olió a ajo como dicen que comentó Victoria Beckham que le
olía España (¿Pero no fue ella una Spice Girl? ¿De qué se queja entonces?)) Era
como aceite de churros, no del todo fritanga,
tanto en la estación de tren del aeropuerto, procedente de su bar, como en la
estación de tren de Sants, al pasar al lado del McDonalds… como ahora también
ofrecen bikinis (sandwiches mixtos) y
otras delicatessen…
Y bien, queridos lectores, de momento voy a dejar de dar la lata hablando
de nuestro viaje a Vietnam y de Camboya. Quién sabe cuál será nuestro próximo gran destino. ¿Centroamérica quizás, para
cambiar un tiempo de continente? Veremos. Seguiremos en contacto. ¡Cuídense!