miércoles, 14 de enero de 2015

Vuelta a Barcelona (Back to black… pero no tanto)



Lunes 8 – martes 9 de diciembre de 2014

Llegamos al aeropuerto de Saigón desde la isla tropical de Phu Quoc cuatro horas antes de que nuestro vuelo salga hacia Barcelona, vía Doha, aeropuerto, este último, en el que intentaremos dormir algunas de las 9 horas que tenemos entre aviones (entre las once de la noche y las ocho de la mañana aproximadamente) en las comodísimas sillas-cama que ofrecen los qataríes (pasando algo de frío, a pesar de nuestros polares, debido a las ventilación tan gélida que caracteriza a los aeropuertos).
Lo primero que hicimos al llegar al aeropuerto de Saigón fue comprobar si nuestro vuelo aparecía en las pantallas informativas. ¡Oh Dios mío, no aparecía! Y sin embargo, sí que se veían salidas bastante posteriores a la nuestra. Decidimos comer algo antes de empezar a alarmarnos excesivamente, aunque muy tranquilos puedo asegurar que no estábamos. Caímos de nuevo en la trampa occidental de comernos una pizza que, si bien fue mucho más presentable que la del aeropuerto de Da Nang, no era exactamente como las que comemos aquí, a pesar de la cadena internacional a la que pertenecía el restaurante. No sé si podría asegurar al 100% que al marinero no le sentó de nuevo mal este tipo de comida…
Justo tres horas antes de la salida, justo cuando acabábamos de comer, cuando ya pensábamos que nos habíamos equivocado de día, confundido de ciudad o, como mucho, esperábamos, de terminal… (aunque parecía que sólo había una…), apareció nuestro vuelo en pantalla. Menos mal, estaba todo en orden.

Qué mal lo deben pasar los fumadores sin poder darse a su vicio en los vuelos largos. Afortunadamente para ellos, los aeropuertos cuentan con lugares en los que los adictos pueden ceder al desenfreno. Serán todo lo cool que se quiera las poses que uno puede adoptar fumando… pero hacerlo, fumar, con o sin pose, en esas habitacioncitas que ofrecen los aeropuertos que no pueden permitirse unas zonas al aire libre como las de, por ejemplo, el Aeropuerto de Barcelona (Fem país), da una imagen, con perdón, terrible, enferma, del fumador. Le hace aparecer como lo que realmente es, un drogadicto al que su propio vicio le causa, a menudo en esas condiciones, repugnancia, pero ante el que no tiene más remedio que rendirse. El marinero tuvo también que claudicar ante el tabaco y recluirse unos minutos en varias ocasiones en alguno de esos habitáculos.

Iba a escribir en el post de Phu Quoc que el tipo de anécdotas tipo pinchazo-de-moto-en-isla-tropical no suelen fastidiar mucho en la ‘vida de aventuras’ (aunque nos puedan llegar a desesperar en la ‘vida real’), precisamente porque las consideramos una aventura más; y aunque esperaba no tener que explicar ningún suceso sobre mascarillas de oxígeno descolgándose del techo de alguno de los aviones que hemos tomado… o alguna otra historia peor, me toca contar que tuvimos que aterrizar en Barcelona con la ventolera más intensa que había habido en los últimos seis años (posteriormente se supo que habían muerto dos personas en Terrassa) y ¡madre mía! lo que llegó a botar y a agitarse el avión, el pedazo de avión en el que íbamos, justo cuando ya veíamos Barcelona a la orillita del Mediterráneo. En realidad fue divertido… me reí mucho… aunque me sudaban las manos… Lo extraño fue que no percibimos esa sensación de caída al vacío en el estómago que se tiene a veces incluso yendo en coche, sino seguro que sí nos hubiera entrado pánico. No hubo ni un grito en el avión a pesar del intenso traqueteo, al contrario, hubo risas, por ejemplo las de las chicas sentadas detrás de nosotros y que como yo, que también reía, acabaron vomitando… yo, tres veces… (Advertencia: las siguientes palabras pueden herir su sensibilidad)… tuve que utilizar dos bolsas… (Advertencia: las siguientes palabras pueden herir aún más su sensibilidad)… y en la última arcada expulsé una rarísima espuma blanca que no recuerdo haber devuelto nunca antes en mis ‘regurgitaciones’. Sorry!

Cambiemos de tema y hablemos de comida (aunque quizás no es la mejor opción…): Pensé que al volver estaría loca por comer un bocadillo de fuet o de jamón serrano… pero no fue así, lo que realmente me apetecía era comprobar qué platos ofrecen los restaurantes vietnamitas de Barcelona. ¡Ojalá sea tan buena como la comida real del país! (Aún, a 14 de enero de 2015, no lo hemos podido comprobar).

Impresiones de Barcelona a la llegada:

·         ¡Qué tranquila (eran las 15h de un martes), qué pocas motos, qué aceras más amplias (y limpias, aunque no llamaba la atención que las vietnamitas estuvieran sucias pero sí ultraocupadas)!

·         ¡Qué olor a frito! (No me olió a ajo como dicen que comentó Victoria Beckham que le olía España (¿Pero no fue ella una Spice Girl? ¿De qué se queja entonces?)) Era como aceite de churros, no del todo fritanga, tanto en la estación de tren del aeropuerto, procedente de su bar, como en la estación de tren de Sants, al pasar al lado del McDonalds… como ahora también ofrecen bikinis (sandwiches mixtos) y otras delicatessen

Y bien, queridos lectores, de momento voy a dejar de dar la lata hablando de nuestro viaje a Vietnam y de Camboya. Quién sabe cuál será nuestro próximo gran destino. ¿Centroamérica quizás, para cambiar un tiempo de continente? Veremos. Seguiremos en contacto. ¡Cuídense!


martes, 13 de enero de 2015

Apuntes varios sobre Vietnam y Camboya - Same same but different



En este viaje… o en estos lugares (África, Asia, Sudamérica), uno está activo tan pronto (hacia las 6h o antes y, sorprendentemente, sin remolonear mucho), que a las 9h da la sensación de que haya pasado ya toda la mañana. Incluso se tiene hambre de almuerzo a las 11h30, hora a la que suelen comer los vietnamitas y que nos pareció extremada la primera vez que nos la propusieron.

Comparaciones (que no son buenas): África, en general, me pide que le haga fotografías a cada paso. Vietnam, sin embargo, no.

En Saigón el marinero suda de stress al atravesar las calles más amplias por las que corren multitud de coches y motos en ambas direcciones. Hay que ser decidido al cruzar las calles de Asia, no dudar. Hay que confiar en que le esquiven a uno... pero entiendo perfectamente la taquicardia y los sudores fríos de los occidentales. ¡Cómo se agradecen los cruces con semáforo!

Dice el marinero que el abuelo del Homestay del rio Mekong, que le trata tan bien y que le ofrece siempre doble ración de comida (¿será por ser el huésped de más edad?), le propuso ir al pueblo por la noche… ¿quizás a una casa de citas? Seguro que no, que se debía referir a algún otro lugar… Si el abuelo bendecía la mesa… y presumía de su Máster en Teología… y nos regaló una biblia bilingüe en vietnamita e inglés…

Afortunadamente el marinero, suele bajar la tapa del WC, pero en el Homestay se olvidó de hacerlo varias veces… ¡¡¡y eso que le había dicho que había visto en algún documental que las serpientes de río podían colarse por las tuberías de los WCs!!!

Qué flexibles nos parecen los vietnamitas. No se acuclillan como nosotros, de puntillas y con los muslos en horizontal. Ellos, como otros asiáticos, descansan en esa postura, con los pies completamente plantados en el suelo, acercando sus muslos al pecho, manteniendo las pantorrillas casi verticales. He oído decir que es debido a que han acostumbrado a su talón de Aquiles a ser mucho más flexible que el nuestro.

Muy rico el ‘aliño’ que ofrecen en todas partes: platito con sal, pimienta y un trocito de lima. Se exprime la lima sobre las ‘especias’ y se remueven los ingredientes.

Nuestro guía en la excursión por el Delta del Mekong (Can Tho), nos explicó que tuvo que trabajar para pagarse su educación. Estudió historia e ilish. No hubo manera de que entendiera ni dedujera que era lo que era ilish… hasta que el marinero me aclaró que se refería a English. ¡Vaya, es terrible que lo que haya estudiado sea inglés, English, y que algunos no entendamos ni siquiera esa palabra en el idioma estudiado!

Diría que ya comenté en alguna entrada de este blog que no tiene sentido hacer preguntas a las que los vietnamitas (o camboyanos) deban responder sí o no porque siempre dirán que sí. Ya que un sí como contestación a una pregunta negativa es un no de los nuestros. Cuando se les hace escoger entre una u otra respuesta, la contestación suele seguir siendo sí (¡¿a ambas opciones?! ¡Desesperante!). Como mucho, a veces se consigue una réplica… que tampoco es que ayude mucho más: Same same but different.

Curioso: que las camareras de habitación de algunos hoteles lleven un bolsito de calle colgado mientras trabajan. Por cierto, las habitaciones (menos en Phu Quoc), las suelen hacer entre 3 y 4 camareras de piso a la vez.

¡Que mariposas más grandes hemos visto en este país! ¿Quizás porque el alma de la gente de aquí (hay quien cree que las mariposas son las almas de las personas que han muerto) es también mucho más grande, más pura…?

Me resulta muy elegante cómo entregan el cambio en ambos países, los billetes (no hemos visto ni una triste moneda) completamente estirados ofrecidos con ambas manos y una ligera reverencia de cabeza.

Un día: Tensión acumulada por la sensación de que uno tiene que estar continuamente intentando que no le cobren mucho más de lo que debieran, a pesar de que uno entienda que lo intenten porque para ellos la diferencia significa mucho dinero y para nosotros, casi nada, aunque quizás sobre todo porque en su cultura el regateo es básico. De todas maneras, ¿de qué nos vamos a quejar los españoles, picarescos por excelencia…?

Cuando veo campos de arroz, rice fields, tarareo automáticamente Strawberry fields forever, de los Beatles.

Qué estresante sería conducir un coche de noche. Aparte de las habituales señales acústicas que todos los vehículos motorizados utilizan cada dos por tres para advertir de su presencia, se añaden continuas señales luminosas.
                                                                             
Dos costumbres de los vietnamitas: tender la ropa colgada en perchas y, en los hombres, dejarse larga alguna uña de la mano. He visto así tanto la de los pulgares como las de los meñiques. No sé a qué obedecerán cada una de las opciones ¿tocadores de algún instrumento de cuerda vs hurgadores de oídos?
                                                                                    
Excepto en el centro antiguo de Hoi An, en el resto de lugares de Vietnam casi no merece la pena que, como peatón, intente uno caminar por la acera, ya que se la encontrará llena de motos, de bicis, de artículos destinados a la venta o de las mesitas y sillitas de los bares-restaurantes (esas que a los occidentales nos parecen para niños y en las que el marinero se queda atascado a menudo) y acabará caminado por la carretera a cada pocos metros.

La especie de bufido que en España suele ir acompañado con un cruce de brazos indicando enfado, en Vietnam responde a un bufido de confirmación.

Hay que ir con cuidado con las  vendedoras con cimbreante bambú que se ofrecen, normalmente van en pares, a que se les saque una foto y luego se pruebe cuánto pesa el bambú con las cestas cargadas de frutas que llevan. Es entonces cuando te encasquetan su sombrero cónico para que tu foto sea más ‘auténtica’… Luego habrá que darles una propina o comprarles fruta por un precio bastante exagerado. Las encontramos por primera vez en Hoi An.

Por la tarde/noche, no sé si en toda la isla de Phu Quoc, en nuestra zona o sólo en nuestro resort, se va la luz bastante a menudo. Menos mal que volvía o la regeneraban en seguida. Mejor esto que que cuando llueva caigan goteras a través de un techo de bambú, como les pasó a los alemanes que se alojaron en unas románticas cabañas de Ong Lang Beach, o que haya mosquitos, hormigas, cucarachas, ratas y hasta murciélagos en algún otro resort más salvaje, como indicaba uno de los comentarios del Trip Advisor que acababa diciendo algo así como que hubiera sido lo mismo acampar en una tienda en plena jungla.
Lo único incómodo de que se fuera la luz era que, cada vez  que volvía, se conectaba el ventilador que solíamos tener apagado. Estaba programado así, no había manera de controlar estos modernísimos ventiladores de las marcas de tecnología más puntera, ni siquiera a pesar del mando a distancia que les complementaba. Si la luz se iba a media noche, la puesta en marcha del ventilador, su aire, nos despertaba y nos desvelaba ligeramente al apagarlo… pero, vaya, no nos quejaremos de estos lujos tropicales.

Uno de los hombres que estaba en el taller donde nos repararon la moto que alquilamos en la isla, parecía jorobado, pero lo que tenía era el estómago tan metido, que, cuando se sentaba ‘a lo asiático’, tocaba casi el suelo con su trasero. Lo que me provocó escalofríos fue imaginármelo, por una foto que había visto de lo pequeñas que eran las jaulas en las que metían a los presos de la Coconut Prison, en una de ellas, bien ‘doblado’ para no tocar con su espalda el ‘alambre espinado’ que conformaba el techo y los lados de la celda. ¿Sería uno de los supervivientes?

Interpreto que, cuando además de pizzerías, se empiezan a encontrar restaurantes que anuncian tapas, uno se encuentra en un lugar extremadamente turístico. Ocurrió en Phu Quoc.

Lo que acabo, o empiezo, pensando en todos los viajes es que los niños pequeños son iguales en todo el mundo. Igual de payasos, comediantes y chapoteadores de charcos.


Y un último apunte: No hay que olvidar que hay que mirar directamente lo que se tiene alrededor, no sólo a través del objetivo/pantalla de la cámara de fotos. Parece obvio… pero, sobre todo cuando se visita algo con prisas o porque toca, sorprendentemente hay momentos en los que ¡no se hace!